martes, 17 de enero de 2012

El niño de la bicicleta

Cartelera:
El niño de la bicicleta (2011), Jean-Pierre y Luc Dardenne


Una de las grandezas del cine es la inmensa variedad de formas que puede adoptar. Una de ellas es la de buscar un hiper-realismo que te haga olvidar que estás viendo cine. A unos les gustará más que a otros (vaya novedad) pero los unos y los otros deberían reconocer unánimemente el mérito que eso implica. Y ésta es una de esas películas. Curiosamente, aunque no se asemeje en nada a ella, tiene esa huella de cine social al desnudo de Ladrón de bicicletas. Ignoro si el hurto de la misma pretende o no ser algún tipo de homenaje.
Su único eje es la visión de un niño con un no explicitado problema para relacionarse con los demás, que persigue algo muy concreto. Y sobre ese hilo se mueve la práctica totalidad de las acciones que ocupan el film, sustentadas en las excelentes y contenidas interpretaciones del chico y la mujer.
Me ha recordado al mejor Sashimi japonés: crudo, a palo seco, sin ornamentos, pero más auténtico imposible. Si no fuese por tres momentos concretos en los que suenan unas notas musicales nos podríamos hasta olvidar de que estamos viendo una peli.
En otras ocasiones he mostrado mi recelo hacia películas que pivotan exclusivamente sobre los ojos de un niño (exceptuando El sexto sentido). Sin embargo, en esta ocasión, debo admitir que la sobriedad con la que está abordado el guión es algo digno de estudio, porque constituye una auténtica lección. Aun así, considero un desliz de los directores la inclusión de un par de escenas (conversación Samantha-Padre, llamada de Samantha al centro) invisibles a los ojos del niño y que rompen esa óptica innecesariamente, dado que prescindir de ellas era fácilmente asumible por el guión.
Pero que notable es su comienzo. Y cuando digo comienzo digo el segundo 1. ¿Cuántas películas conocéis que aborden su trama principal en el segundo 1? ¿Y cuántas de ellas dejan claro de qué va el asunto sólo unos segundos después? Pues apunten: ésta es una. Y que nadie desprecie este aspecto, porque uno de los grandes retos de esta industria hoy en día es captar la atención cuanto antes, comunicando al mismo tiempo.
Partiendo de ese inicio, la película juega muy hábilmente con el ritmo que impone la personalidad y la finalidad de su protagonista, que no se relaja ni un instante, facilitando que nuestro interés por su objetivo no decaiga lo más mínimo.
Y por último, pero no menos importante, qué gran lección de vida. La que da la mujer con el chico, pero la que nos da el propio Cyril al final. En un mundo que cada vez más necesita que protejamos a los niños, las mejores lecciones nos las suelen dar ellos mismos.

PARA: aquellos que saben apreciar el buen cine social
ABSTENERSE: los que sólo hayan visto pelis en 3D recientemente

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