domingo, 11 de marzo de 2012

Otra tierra

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Otra tierra (2011), Mike Cahill

Hay peliculas que poseen la interpretable cualidad de dividir a sus espectadores. En el fondo, ya le gustaría a esta semejante etiqueta, porque significaría que ha gozado de una suficiente respuesta en taquilla. No es el caso. Cine indie muy al uso, cámara al hombro. Tampoco sé si de hecho ha provocado esa división, pero apuesto a que sí.
Yo romperé una lanza en su favor por una sencilla ley que afecta al visionado de las películas: la fuerza de su poso. ¿Que es el poso? lo que queda de una peli 24h después de verla. Hay que esperar, porque a veces ese poso muta para bien. Es el caso.
Dos bandos. Dos tierras. Y varias maneras de exponer, en mi opinión, las diversas impresiones que puede haber dejado.
El ritmo es un primer principio de división. Gustará o no, pero su contenida cadencia es indudablemente apropiada para narrar el presente de alguien que ha sufrido un trauma que cambia su vida.
En su originalidad también tiene dos lecturas. La historia central no es nueva. La hemos visto firmada por Alejandro González Iñárritu. Sin embargo, el inverosimil fenómeno que plantea no puede ser más singular, confiriéndole al film un aroma incalificable, pero irresistiblemente misterioso. Más que sugerentes las estampas con esa otra tierra y su luna en el cielo.
No recuerdo haber visto ejercicios como éste, en el que se mezcla un drama humano, desgraciadamente bastante presente hoy en día, con un nuevo paradigma que lo cambia todo. A modo de metáfora, nos plantea un ejercicio que, de hecho, ocupa ya gran parte de nuestros pensamientos, como el film sabiamente resalta: ¿Qué cosas nos decimos a nosotros mismos? ¿Cómo nos veríamos desde fuera? ¿Que cambiaríamos? ¿Cómo reviviríamos nuestra propia vida? ¿Nos merecemos una segunda oportunidad?
Si, además, bañamos ese coctel con un poquito de romanticismo el conjunto adquiere un aire más que interesante. Reforzado por la interpretación de la guapa Brit Marling, que además es coautora del guión junto al director.
Aun así, el gusto que nos deje seguro que acaba dependiendo de mil imponderables en el momento del visionado: la hora del día, el día de la semana, la compañía al verla, nuestro estado de ánimo... o nuestras ganas de descubrir en el cielo otra tierra. Su influjo es más poderoso que el de la luna.

PARA: aquellos que se jueguen la carta de descubrir algo nuevo
ABSTENERSE: los que sólo juegan con sota, caballo y rey

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